miércoles, 29 de junio de 2016

Requiem para un Futuro Anhelado



Réquiem para un futuro anhelado.
Danielo Valenzuela Olmos. 
Compositotr

Ahí, donde la esencia se confunde con lo que se quiere ser para otros, donde lo intrínsico pierde su ruta y mira a tientas los pasajes pedregosos de lo correcto; ahí, donde la obligatoriedad dibuja el destino cierto de aquello que debe ser....donde todo está bien...ahí habita el desánimo, la razón de lo inconcluso; la falsedad de las miradas; el camino que un día soñé para un futuro inexacto; ahí me encuentro hoy.
Caminaba calles desconocidas y sólo leídas u oídas de boca de aquellos que un día se atrevieron; movía las manos para entradas de inexistentes instrumentos musicales; tomaba un café con un amigo que no conoceré, y reía a carcajadas con las gracias de un lánguido comediante que se habría paso dentro de expresiones de arte que aún añoro. Conducía mirando eternas praderas a los pies de montañas soñadas; dormía poco, pero aún así me sentía feliz.... de pronto una lágrima acariciaba mis mejillas añorando quizás una tertulia al otro lado del mundo: Mi primer hogar.
Hoy todo eso es presente, pese a lo imperfecto del pretérito utilizado, todo es un hoy latente, punzante, infinito; un hoy que esclaviza al plumón y la lista de primera hora. A las reuniones de equipo y reflexiones de axiomas diletantes, aquellos creados en las entrañas de un ministerio o subsecretaría. Un hoy que ahoga, que cuece, que inspira y saca enormes gritos disonantes sobre un arco y cuerdas amigas. Un hoy que habita en la eterna calma del deber ser, calma falsa plagada de inquietudes y anhelos aferrados a las gracias del comediante que existe solo en mis añoranzas.
Sobre el pavimento testigo de un hogar que abandoné, corre y transpira mi alivio, mi alma, mis ojos. Con su breve sonrisa apacigua mi aliento desenfrenado, mi enfado con la vida que decidí llevar (en algún momento de mis noches aciagas). Sus cejas se encuentran en un ceño que imita mi propio destino....a la vez que un beso suyo me devuelve el hálito. Amado hijo mío, sólo tú sabes de mis fracasos. Un día me los lanzarás al rostro, aún así te amaré y sabrás que haces lo correcto: he de pagar mis pecados. Quizás de tu mano conduzca las inmemoriales praderas que atesoro en un recuerdo del mañana. Quizás me privarás  de ella cuando me siente a beber un café a miles de kilómetros de tu voz....quizás entonces emerja la certeza de que mi lugar es aquí mismo, en este deber ser irrenunciable, y quizás allí sabré que éste es el destino que debo amar...quizás sabré que mis anhelos sólo son parte de mi felicidad, aquella que se construye sobre la base de sueños que deben pertenecer a la ruta de lo inconcluso, de lo imperecedero, de lo siempre esperado, de lo onírico, de lo lejano, improbable, místico, acallado, soñado, corregido, susurrado, socabado............al mañana que ya es ayer.

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